Alvago Go!

El blog de Alvaro G. Ghisolfo

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» Alvago »»» Al primer día resucitó de entre los muertos

21 de enero de 2010

En principio quiero aclarar que si bien estoy en Lanús, estoy de vacaciones… y hace muchísimo calor… y estoy yendo a todos los eventos twitteros habidos y por haber (5 en 8 días)… y estoy durmiendo en la pieza de mi hermana… y estoy usando mi PC pero con el monitor, teclado y mouse de mi hermana… En fin, estoy bajo decenas de condiciones que, juntas, hacen que no tenga ganas de escribir un puto post. Sin embargo, este episodio altamente tragicómico merece romper la racha.

Tengo una gata llamada Pelusita que tiene un tumor maligno y que, si bien sabemos que le quedan unos pocos días, semanas o meses de vida, tenemos entendido que no se va a morir de un día para el otro, así de la nada, sin “avisar”. Probablemente sea una muerte medio lenta. Sin embargo eso no significa que uno no esté todo el tiempo pendiente de ver qué pasa con el felino.

Pelusita, cuando todavía estaba bien

Resulta que anoche, varias horas más tarde de lo planeado, vuelvo de #AmattaEnBsAs a mi casa y, como siempre, lo primero que hago es ir al fondo a ver cómo está la gata. Estaba en el lugar donde está siempre, pero en una posición poco normal para un gato, y eso es demasiado ya que el 100% de los gatos se ponen en posiciones poco normales. Espero un segundo (sí, ok, no esperé más de un segundo) y veo que no respira. La toco y no se mueve. La toco (empujo) más fuerte y no se mueve. Como me tomó tan de sorpresa, me vino como un escalofrío medio raro y, en voz alta (aunque no había nadie en mi casa para escucharme) me salió: “Uh, listo, se murió la gata”.

Con lo cagón que soy para ciertas cosas, salté para atrás cual resorte y no quise volver más al fondo. Esto pasó cerca de la 1 AM y todavía tenía que ir al negocio de mi viejo a perder un par de horas haciendo unos cierres rutinarios en el sistema. Así que, sin más, dejé todo como estaba y fui para allá. Le comento la situación a mi amigo Pato (que se queda allá durante buena parte de la madrugada), se la comento a mi abuelo, llamo por teléfono a Mina Clavero y se la comento a mis viejos… y concluimos en que hoy, a eso del mediodía, iba a ir con Pato a enterrarla. Ya le había anticipado a todos que no pensaba pisar el fondo hasta que no estuviera con mi amigo.

Esta mañana, luego de remolonear toda la madrugada en la cama sin poder dormir, me levanto (tipo 11 AM) y abro la persiana. Me encuentro casi con un primer plano de la gata, acostada a la sombra, lo más pancha, lamiéndose una pata. Casi me agarra un infarto.

En fin… después de haber pasado toda la noche sin pegar un ojo sabiendo que estaba durmiendo con un animal muerto en la casa, llamar a Pato para avisarle que no hay que enterrarla, llamar a mi vieja y escuchar que estuvieron toda la noche llorando, y salir al fondo a acariciar a la gata y comprobar que su existencia no era ninguna ilusión óptica, me dispuse a empezar realmente mi día… empezarlo de una forma, cuanto menos, especial.

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