» Alvago »»» 2017, año de cambios
Voy a escribir “poco” (comillas comillas) porque estoy bastante incómodo. Y eso es porque me estoy rompiendo la columna y los codos. Y eso es porque tengo el teclado arriba de la cama y yo también estoy acostado en la misma cama. Y eso es porque no tengo muebles, así que instalé la computadora así nomás. Y eso es porque estoy recién mudado al barrio de Caballito, ahora de forma definitiva. Y eso es porque tuve un gran año de profundos cambios en mi vida. Por eso titulé a este segundo y último post del año con la misma frase que vengo repitiendo desde enero: “2017, año de cambios”.
A fines del año pasado comencé a tirar basura y hacer arreglos en la casa en la que viví desde chiquito, para dejársela al dueño como nueva, e irme de Lanús. Así es como, a mediados de marzo, hice un paso fugaz de 15 días por la casa de mis viejos en Lanús, después de 3 décadas de vivir en el mismo lugar. Luego de eso, pasé 4 meses en Caballito cuidándole el departamento, la gata y las plantas a una amiga que había viajado a Europa, seguido de 5 meses en otro departamento en Barracas al que sabía que iba a ir a parar de forma temporaria. Pero ahora sí, termina diciembre y me mudé, ya de manera definitiva, a la otra punta de Caballito, justo en el límite con Villa Crespo, justo en el límite con Villa General Mitre y justo en el límite con Paternal. Me encanta la vista que hay desde acá arriba, como se puede apreciar en la foto (con arbolito armado), y espero no arrepentirme de decir esto pero me gusta mucho en general la zona, el barrio, y la gente que hay por acá. Y sí… quien se mudó alguna vez sabe todo lo que te cambia una mudanza, así que cuatro en un año, se ha convertido en una locura total.
En esos primeros 15 días, sufrí la muerte de Barrett, mi perro, que ya no podía más con su vida. Cuidé, como decía antes, a Retuña, después de mucho tiempo de no convivir con gatos ni gatas (no chiste fácil, por favor). Y, además, dejé de vivir con Lola y Ringo, mis dos perros a los que, si bien sé que están súper bien cuidados por mi familia (mejor de los que los cuidaba yo), la verdad que los extraño muchísimo. Así que, sí, más cambios.
Este año empecé a dar clases en otras dos universidades más, además de la FADU/UBA. Porque a partir del reemplazo que hice el año pasado, ahora quedé de manera definitiva en otra universidad, como docente titular en una materia en el primer cuatrimestre y en otra distinta en el segundo, ciclo que parece que se va a seguir repitiendo de la misma manera de acá a los próximos años. Pero, además, en el segundo cuatrimestre me llamaron de otra universidad más, en la que ingresé como JTP, auxiliar de una profesora, donde sé que voy a seguir al menos un cuatrimestre más y donde espero poder continuar. Fueron tres materias que me gustaron mucho y que me hicieron aprender mucho, conocer mucho, ver cosas nuevas.
Este fue un año en el que pude saber cuánto resisto, ya que, por primera vez después de bastante tiempo, no me fui a ningún lado de vacaciones. De hecho, el período que no fui a trabajar en el verano, lo usé para trabajar mucho más, arreglando la casa. Se siente mucho el peso de dos años encima sin ningún respiro de varios días seguidos… especialmente el último año, que fue súper intenso para mí.
Pero en realidad sí logré tener un respiro: un nuevo pequeño descanso semanal, los martes a la noche. Porque muy tímidamente decidí empezar el 3 de enero un taller de improvisación teatral de un mes, que luego se extendió a otro mes más, y que se terminó extendiendo a todo el año completo. Si bien no pienso dedicarme a la actuación, estoy muy agradecido no solamente porque teatro me dio nuevas herramientas para mi trabajo y para mi vida sino también porque el haber ido a las clases y luego a cenar con mis compañeros, sin haber faltado ni un solo martes durante todo el año, me regaló un par de nuevos amigos, mucha gente linda con quienes nos seguimos juntando, y muchísimos conocidos que me dieron muchas cosas nuevas para aprender. Si bien en enero no apostaba ni 2 pesos por esto, este cambio también me sirvió muchísimo.
2017 fue además un año de pequeños cambios, tal vez menores, pero cambios al fin. Como por ejemplo que desde el mes de marzo soy italiano, porque logré terminar el trámite de la ciudadanía así que ya me siento un poquito más cerca de mis abuelos, que eran de allá. O, por ejemplo, que ¡empecé a usar los mensajes de voz de WhatsApp!, cosa que tanto odié desde el momento en el que los inventaron y que ahora uso a diario. O, por ejemplo, algo tan groso como la vuelta de Árbol, mi banda favorita que tantas alegrías me dio durante tantos años hasta que, de a poquito y sin decir nada, se fueron apagando hasta llegar a estar cerca de 7 años sin tocar. Volver a verlos en el escenario de Ciudad Emergente fue algo increíble, y ojalá que esto pueda seguir así por mucho tiempo más.
Este año también llegué a dejar de juntarme o hablar con algunas personas, como así también retomar el contacto con otras. Nadie reemplaza a nadie, pero en algunos casos me sentía bastante desaparecido, me sentía en falta, y es algo de lo que no quería arrepentirme, como ya me pasó alguna vez. Como dije en el post anterior y también en uno de 2015, hay que aprovechar todo lo que uno puede con la gente que quiere, y no quedarse con nada para uno mismo ni dejarlo para “algún día”. Porque la vida se te pasa y la gente se va, en algunos casos para siempre, como el kiosquero de la vuelta de mi antigua casa o como una compañera de la facultad, quienes en estos 2 últimos meses fallecieron repentinamente y uno se queda con la boca abierta de la horrible noticia de la que se enteró.
Seguro me estoy olvidando de algunas cosas, más allá de que hay otras que prefiero no mencionar, como gente que vive intentando hacerte la vida imposible, pero si sos fuerte, no puede. Lo importante es que hoy, 31 de diciembre, cierro un año de grandes cambios que repercuten en mi vida a futuro y que seguramente me empujarán a que haga varios cambios más, así que desde este humilde blog en el que ya casi no escribo y al que ya casi nadie entra, si estás leyendo esto te recomiendo que te animes a más, que te propongas nuevos desafíos y que día a día, minuto a minuto, estés bien concentrado y enfocado en que se cumplan. Porque creeme que se puede.
¡Feliz 2018 para todos!
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